Pensamiento de 4º orden
Imagina una conversación en que la otra persona se ha sentido molesta. Cuando te quedas solo te preguntarás:
“¿He dicho algo incorrecto? ¿Por qué se ha molestado?”.
Quizá luego entres en razonarlo de forma lógica, que también nos provoca la consiguiente reacción emocional por ese razonamiento:
“Pues no era esa mi intención. Si ha pensado eso, allá ella. También lo que me ha dicho ella podría haberme molestado”
También podemos producir otro razonamiento lógico, que nos traslada a un sentimiento de culpa:
“Cómo lo siento, no debí haberlo dicho. ¡Qué despiste! Cómo pude no darme cuenta”.
En ambos casos, el razonamiento nos ha llevado a una emoción relacionada con nuestro papel en la conversación. La empatía nos hace “padecer” enfado o culpa, actuamos así según el rol que nos toca en esta relación. Nos identificamos con él.
Las emociones nos hacen retorcer, exagerar y sufrir lo que nos sucede… dándole una interpretación y una reacción “cultural”, es decir, aprendida y previsible.
Las emociones tienen la función de asegurarse de que vamos a reaccionar como “se supone” que debemos hacerlo. Nuestro aprendizaje social se ha asegurado de consolidar este mecanismo. Sin ellos, la vida en sociedad sería menos predecible, y convivir necesita de una “norma común” de comportamiento, una expectativa lo más clara posible.
No quiere decir que todos los comportamientos sean perfectos para vivir en sociedad ¡No somos máquinas! Pero si te fijas, las reacciones emocionales aprendidas, la mayoría de las veces buscan que haya una especie de “control social” o que se repriman tendencias anti sociales.
Por ejemplo, aunque a veces enfadarse pueda ser un obstáculo para una buena relación, en el fondo tiene la función de ejercer control social: “si no cumples lo que se espera de ti, la gente se enfadará contigo”. Simple, pero efectivo.
La culpa sirve para que hagamos lo que hay que hacer, pero no es el único mecanismo. Nuestro frustración (y su consiguiente enfado ya mencionado) sirve para que “motivemos” a los demás a que hagan lo que hay que hacer. Culpa y frustración, dos buenos mecanismos para salvaguardar “nuestro acuerdo social”.
El paso de la adolescencia a la madurez es el paso desde la búsqueda de los propios intereses a la “empatía social”. Ese cambio nos hace comprender que otros padecen por nuestro comportamiento y que si todos actuamos dentro de un orden, todos nos veremos beneficiados.
Ese “acuerdo social” nos da mejores resultados que la búsqueda individual de nuestras necesidades. Es por eso que evolucionamos desde una conducta más “egoísta” a otra más “social”, en que aprendemos emociones y desarrollamos la empatía, lo que nos ayuda a saber cómo seguir esa norma social.
Éste es lo que en Teoría del Desarrollo llamamos transición de la ETAPA 2 a la ETAPA 3, donde predomina el pensamiento de tercer orden, que es el que se ha descrito en el ejemplo. Desde luego, este ejemplo no tiene nada de extraño, como puedes ver. Entonces… ¿qué diferencia hay con el pensamiento de cuarto orden?
En coaching es muy típico ayudar a la persona a situarse en una perspectiva desde fuera de su rol. Algo así como ayudarle a verse tanto a sí misma como a la persona con la que se ha relacionado como personas ajenas, con lo que alcanza a comprender a ambas partes más profundamente, precisamente por liberarse de las emociones. Esto se llama disociación.
Este “desapego del rol” es lo que facilita a la persona el pensar la situación de forma distinta. Puede así observar los límites de las perspectivas de ambas partes para una comprensión de nivel superior, una empatía de mayor calidad, no empañada por las emociones.
La nueva comprensión nace de partir de un nuevo paradigma: no veo el rol del otro desde mi rol, sino que veo a la otra persona desde mi persona, la que hay detrás del rol, detrás de la máscara.
Esta comprensión más completa puede permitirnos ver más matices de cualquier situación y a cambiar nuestros prejuicios y emociones sobre la otra persona. He aquí algunos ejemplos de lo que podemos ser capaces de ver de otra manera en la otra persona:
- En realidad nos aprecia mucho y por eso reaccionó ante algo que no le encajó bien.
- Tiene miedo por alguna interpretación que hace de la que yo no era consciente.
- Simplemente quiere tomar precauciones y guardar las distancias.
- Puede que estuviera de mal humor o recordar algo con una emoción negativa.
También nos puede hacer reconocer en nosotros esas mismas circunstancias, gracias a adquirir distancia.
Podemos ver qué cosa nos ha hecho reaccionar, quizá algo de menor importancia que ahora nos puede hacer gracia, o quizá algo de gran importancia que se nos pasó por alto y de lo que ahora somos conscientes.
En general, el pensamiento de cuarto orden nos hace ver lo que hay detrás de nuestro comportamiento, las limitaciones y resortes que no controlamos. También nos hace ver el compendio de creencias y valores, lo que nos mueve.
El pensamiento de cuarto orden nos desnuda para vernos como algo admirable y gracioso a la vez. Nos permite quitarnos importancia y perdonarnos si algo no hicimos como hubiéramos elegido hacerlo.
¿Que nos guía cuando dejamos de lado las expectativas de los demás sobre nosotros o las nuestras sobre ellos? Nuestro comportamiento necesita de un criterio ¿Cuál es el criterio desde el que se crea el pensamiento de cuarto orden.
Cuando abandonamos la “norma social” (el “qué dirán”), nuestro criterio pasa a ser el de nuestros propios valores, lo que nos importa de verdad. El pensamiento de cuarto orden nos pone en contacto con nuestro para qué.
Cuando la persona ha evolucionado hacia la etapa de auto creación, en la que abundan los pensamientos de cuarto orden de forma natural, el motor del comportamiento deja de ser el “acuerdo social” y comienza a funcionar con precisión y nitidez nuestra brújula interior. Se dice que la persona entonces ha alcanzado la etapa cuatro.
Suena bien, ¿verdad? Pero quizá se te abra otra pregunta… ¿Cuál es la etapa cinco?
Mmm, suena interesante… pero eso es otra historia.
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